Ciudades prohibidas con secretos en la arquitectura
Ariana Cruz, Yarelis Serrano, Gabriela Beniquez, Alexannette Oppenheimer
La historia de la humanidad está marcada por el desarrollo de civilizaciones que, a pesar de
encontrarse en continentes opuestos y sin contacto directo, han logrado expresar ideas
similares a través de su arquitectura. Dos ejemplos emblemáticos de este fenómeno son
Tenochtitlán, la capital del Imperio Azteca, y la Ciudad Prohibida de Pekín, símbolo del
poder imperial chino. Ambas ciudades, construidas en contextos muy diferentes, comparten
notables similitudes en la planificación urbana, la utilización de plataformas y la
representación del estatus y el poder.
En Tenochtitlán, las plataformas eran elementos centrales de su arquitectura. Estas
estructuras elevadas, construidas con grandes bloques de piedra y tierra, no sólo definían
límites claros entre el interior y el exterior, sino que también simbolizaban la conexión entre
la tierra y el cielo. Utilizaban los planicies para tratar de mimicar la forma que se crea
naturalmente en las montañas y tratan de utilizar la altura para acercarse a los cielos. Las
plataformas permitían a los aztecas construir templos, como el T emplo Mayor, que eran los
epicentros de la vida religiosa y ceremonial de la ciudad. Estas elevaciones ofrecían un
sentido de trascendencia, y los templos construidos sobre ellas se consideraban puntos de
acceso al mundo divino.El uso de plataformas también tenía una función práctica. Elevaban
las estructuras sobre el nivel del agua en un entorno lacustre, protegiendo los edificios de
inundaciones y mejorando la visibilidad desde diferentes puntos de la ciudad. Además, las
plataformas eran fundamentales para la realización de rituales, que incluían sacrificios
humanos, festivales y ceremonias de culto, que eran esenciales para mantener el equilibrio
cósmico según la cosmovisión azteca. Estos espacios también servían como lugares de
enterramiento para líderes y guerreros, reforzando su estatus incluso en la muerte.
Por su parte, la Ciudad Prohibida en Pekín presenta una organización igualmente
imponente y estratégica en el uso de plataformas y basamentos. En su núcleo, se encuentra
una vasta plaza rodeada por los edificios que albergaban al emperador y su corte. Al igual
que en T enochtitlán, las plataformas en la Ciudad Prohibida no solo organizan el espacio,
sino que también subrayan el estatus divino del emperador. Los edificios, construidos sobre
basamentos elevados, se disponen de tal manera que el emperador siempre se encuentra
en un lugar superior en relación con su corte y el pueblo. Los basamentos en la Ciudad
Prohibida estaban diseñados para soportar el peso de grandes estructuras y también tenían
una función simbólica. Al elevar los edificios, se enfatiza la majestuosidad del emperador y
su conexión con el cielo. Cada palacio y sala de audiencia estaba meticulosamente
dispuesto para seguir un orden jerárquico, reflejando la estructura social de la China
imperial. Además, el uso de plataformas permitía la creación de jardines y espacios de
reflexión que eran cruciales para la vida espiritual de la corte.
En conclusión, a pesar de las diferencias en el acceso a materiales y las particularidades
culturales, las civilizaciones de T enochtitlán y Pekín lograron desarrollar arquitecturas que
reflejan aspiraciones comunes de poder y conexión con lo sagrado. Este fenómeno de
convergencia cultural resalta la capacidad humana para encontrar soluciones similares a
problemas universales, reafirmando que, a través de la arquitectura, las sociedades han
buscado expresar su identidad y su estatus en el mundo.
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